sábado, 20 de abril de 2013

# Meretriz.

¿Sabes nena? Creo que tú y yo no empezamos bien.
Yo buscaba amor y tú... Pues una noche divertida con un chico cariñoso.

Todo fue genial aquella tarde, sonrisas y bromas, mimitos y carantoñas, un beso por aquí, y un no me toques allá.
Caricias persuasivas, y la ropa escondiéndose por las esquinas del cuarto de tu madre.
Música incluida, por si nos pillan, y dormir desnudos después de devorarnos, claro.

Lo malo fue por la mañana, cuando no sabías cómo decirme que me fuera de tu cama, que ya empezaba a oler a amor, y tú eras alérgica.
Entre una cosa y otra, los besos en el fregadero, y lo tarde que se nos había hecho, lo dejaste pa' otro día, y aquí me ves, después de tres años dos meses y tres mil quinientos cuarenta y seis días, esperando una respuesta a las mil cartas que te envié sin saber por qué, esperándote en el mismo lugar de siempre, debajo de tu balcón, con un dolor de cuello terrible, y unas ganas muy insistentes pidiéndome que lo abandone todo y vuelva a luchar por ti como sea.
Pero qué va, no me lo pienso permitir, porque aunque cueste aceptarlo, hay personas a las que es mejor dejar ir, y tu eres una de ellas.

Ya ves, no me querías y ahora lo sé, sólo eras una más de esas que retrasan el adiós hasta encontrar a otro chico cariñoso con el que pasar noches divertidas para no sentirse sola, para disimular el dolor, y yo un triste poeta callejero, enamorado de una meretriz barata que en el fondo no se acepta.


# Dolores de abandono.

Me duele la cabeza de tanto dar vueltas para intentar encontrar una manera de saber de ti, y ésta  torticolis en el cuello me está matando, de tanto girarme para verte unos segundos más a lo lejos por la calle sin que te des cuenta.
Estoy cansada de esta sistemática huida, de tanto como dicen que me odias, y de tanto vacío como dejaste.
¿Cómo te atreves a girarme la cara, y negarme la palabra, si te di lo mejor de mi?
¿A caso no te fueron suficiente todas mis sonrisas en los peores días?

Y ahora que dices que tanto me odias, bueno, apiádate de estos trozos de corazón pegados que medio funcionan latiendo, de cuando en cuando alterándose por tu recuerdo, y dime cómo me deshago de tu recuerdo, que llevo años intentándolo, y aunque (creo que) ya no te quiero, si te veo, a lo lejos, no puedo apartar la vista de ti, pues este amor se me quedó huérfano y me chilla cuando consigue fuerzas que dónde está su dueña.


lunes, 8 de abril de 2013

# Revolución personal.

Se declaran en los ojos las raíces de este mundo descontento, y que tan patético y triste se torna cada día para miles de personas, y contemplo en ellos todas las guerras que le precedieron y que se repetirán, como si de un mal sueño se trataran, incluso tras haber jurado paz en nombre de madres y difuntos, por el humano error de no satisfacerse con nada, y de querer siempre más.
La humanidad no conoce su efecto, y se deja dominar por su egoísmo y su destructividad, nacidos de la culpable y decidida voluntariamente naturaleza de no querer quitarse nunca la venda de los ojos, por pereza, miedo, comodidad, o lo que verdaderamente se esconda detrás de la típica excusa del "soy así, y no puedo cambiarlo".
Cada persona es una propia feria de vanidades y mundos, concentrado todo en un sólo cuerpo que no es eterno, y que dejará huella por insignificantes que parezcan sus actos, que en realidad son, inmutablemente necesarios, para que se sucedan las casualidades, o el destino, o qué se yo...

Cuando alguien dice que es así, de esa manera tan particular suya, y a la vez, aunque no lo sepa o no lo quiera aceptar, común forma de ser, y no puede cambiar, se equivoca.
Todos podemos cambiar, aprender, y mejorar.
Que en realidad es nuestra única tarea en esto que llamamos vida, y no más que el simple e inevitable desarrollo natural de ésta.

Es más, todos debemos cambiar, aprender y mejorar, porque todos nos merecemos vivir.
Todos merecemos avanzar como personas y experimentar.
Equivocarnos, y tropezar con la misma piedra dos o tres veces.
Pero todos tenemos la obligación de crecer.
De quitarnos la venda de los ojos, y estabilizarnos.
Aprender a quitar la piedra y dejarla a un lado porque hemos aceptado que sólo nos hará daño, y continuar con nuestro camino con la cabeza bien alta, y orgullosos de nuestras cicatrices, porque son la verdadera y más fiel biografía de nuestra vida.
Por eso no podemos destruir, y destruirnos escudados en la excusa del soy así y no puedo cambiar, porque esa no es más que la burda excusa del infante que padece el síndrome de Peter Pan más tiempo del que debiera.
Y es entonces, cuando todas esas cosas humanas que alguna vez en nuestra vida nos han parecido o nos parecerán únicas, enormes, y de extraña naturaleza, serán tan sólo lo que verdaderamente son, casualidades, o consecuencias del destino, o qué se yo...