jueves, 23 de mayo de 2013

# Después de la borrachera siempre llegas tú.

No sé qué me pasa, que después de ti todo me parece poco, todo me parece menos.

Estoy cansada de estar cansada, estoy cansada de estar triste y de no olvidarme ni un poquito de los que me olvidaron, o de los que al menos dicen haberlo hecho.

Esto de vivir con el pasado en la memoria no me gusta, ocupa espacio y me empequeñece los sueños, no sé por qué... No me gusta pensar que nunca volveré a sentir lo que sentí contigo en su momento, porque... Me asusta estar atada a ti, aunque... En realidad... Siempre me he declarado como tu prisionera, ¿qué ironía eh?

Tú eras mi pilar.
Yo era el beso que nunca debiste dar. Quizá.

Sólo por ti esperé, y sólo por ti me anclé a la soledad.
Todo esto es culpa mía, por esperarte cada día en el mismo sitio donde nos vimos por última vez, aún sabiendo que ya ni te acuerdas de donde fue.
Culpa mía por regalarte una canción, por obligarme a sonreír sin ti, por olvidarte tan pronto, o al menos por intentarlo.

Te... Echo mucho de menos.
Y... Sé que no vas a leerme, pero... Te quiero.

#



# Ojalá dejara de pensarte y empezaras a sucederme.

Ojalá un abrazo ahora de esa persona.
O una mirada.
Aunque fuera de reojo.
Ojalá un "te echo de menos".
Ojalá un puto mensaje.
Pero nada.
Ni si quiera eso.
Ni si quiera un asterisco o una coma.
Ni si quiera un "bésame" con los ojos...


Ni si quiera él.
Ni si quiera nada.


miércoles, 22 de mayo de 2013

# Soledad.

Su espalda arqueada, su risa, su olor,
su mirada indefinible de reojo, 
como creyendo que no me daré cuenta, 
él, tan ingenuo, sin saber que yo...
Nunca he dejado de mirarle...





domingo, 19 de mayo de 2013

# Inside

Te levantas un día y te miras al espejo, y sabes que ya no hay marcha atrás.
La voz de tu cabeza te habla con desprecio y te recuerda que no eres suficientemente buena en nada, que tu cuerpo da asco.
Tu pelo no es largo, ni liso, tus ojos oscuros, tus manos feas, y tu cuerpo... Una vergüenza.
No decides entrar, simplemente sucede; te recorre el deseo de quedarte en los huesos, porque así te querrán más, así todos te envidiarán y querrán ser tus amigos.

La voz de tu cabeza te odia, y te engaña para que te peses cada día, para que sientas repugnancia por la comida que antes adorabas, no te deja vivir, ni de noche, ni de día.
Te convence para que sudes, hagas deporte, vomites, y te rajes la piel con cuchillas que chillan de dolor.

Pero está todo bien, el dolor y el hambre son justificados: Así nadie volverá a reírse de ti... Nadie volverá a mirarte con asco por los pasillos del instituto, ni volverán a murmurar a tu paso por la calle.

-"Gorda", "puta gorda", "das asco, lo sabes, ¿no?"- Una y otra vez, repetido por la voz de tu cabeza. Y te duele, y lloras, y vomitas, y te cortas, y sales a la calle y sonríes y eres aparentemente feliz, porque todo esto debe ser un secreto...

-"No se lo digas a nadie, o te tomarán por una loca", "guarda el secreto, y sigue bajando de peso", "serás una cobarde si renuncias a mi"- La voz nunca se calla.

Nadie lo nota, y en el fondo eso duele incluso más, porque... -"Nadie te quiere"- dice la voz, y empiezas a creértelo, -"no vales para nada"- y te muerdes el labio, -"¿no te da asco estar comiendo? Tócate la grasa del estómago y sufre, así nunca vas a adelgazar, ¡ASÍ NUNCA TE VAN A QUERER!-  Y terminas de comer y te vas corriendo al baño, y vomitas, vomitas, ¡vomitas!, ¡VOMITAS HASTA QUE NO PUEDES MÁS!

Porque es lo que debes hacer, la voz te lo manda, es el único camino, y cada día te ves más delgada... 
Adoras el sonido de tus tripas vacías quejándose, y cada día quieres más.

Quieres poder tocar tus huesos, y sentir que todo te queda bien, que la gente te acepta, y que eres libre, pero en el fondo sabes que estás atada a la voz de tu cabeza, que estás muriéndote, que lo que realmente quieres es salir de esta espiral, pero ya no puedes...

La voz eres tú misma.

-"No sirves para nada, gorda asquerosa"- Oyó la chica, pero en la habitación no había nadie más...
 

# Los ojos de mi niña.

Ya no te echo de menos, pero si te pienso conmigo me echo de menos a mi, y eso sí que es un desastre.
Porque yo no me lo creía pero es cierto eso de que al final se echan de menos las heridas que dejan de hacerte.
Que lo ojos son murallas, y no puertas, es algo que nadie entiende hasta que lo vive, y yo ya he pasado por eso, porque yo tengo tantas heridas, de caerme intentando trepar, agarrada a sus pestañas, pero nada, siempre me lanzaba hasta la estratosfera de un suspiro y un parpadeo.

Eran sus ojos, los ojos.
Los ojos del universo, y nadie más podía verlo; nadie porque siempre estaban abiertos, pero nunca con las murallas bajadas.
Y en parte no sé ni de lo que estoy hablando, no sé si tiene sentido escribir sobre los ojos de mi herida, pero es que eran tan bonitos...

Más bonitos de lo que son ahora incluso, porque parecían más brillantes cuando me miraban a mi.
Bañados de alegría y de risa, pero nunca dispuestos a dejarme atravesarlos con un verso, o con un beso. Siempre impenetrables, como un trozo de hielo tallado que te refleja difuminadamente, siempre lanzándome al vacío con un guiño o con un reflejo de mi cara en ellos.

Y fueron sus ojos los que me dejaron sin aire, y tras la muerte de mirarlos alejándose, fueron sus ojos los que me insuflaron aire, aunque me miraran de reojo al cruzarnos por la calle, fueron una bomba, y resucité, sólo que un poco más triste, un poco más libre, y un poco más sola.


sábado, 18 de mayo de 2013

# Poema incompleto.

Yo que no puedo besarte te verso, y es que a veces un juego de palabras deja de serlo, para ser la explicación de la imposibilidad del suceso.
Que a veces las ganas quieren, pero la distancia no, y que casi siempre el mar se lleva lo que ni si quiera fue, para uno, para tres, para miles, para dos.
Dos deditos de distancia en un mapa que no cambia, y una canción a piano que cada noche es recuerdo de todo lo que no ha pasado.
Sin peros, pues no hay causas, pero con promesas por llevarse a cabo, una cena, una manta, un viaje por Australia, cuatro ojos mirándose, y un morsdisco que no duela, como recompensa por la espera.
Como Eróstratos soy, tan sólo por abrazarte; que belleza muda, no es otra cosa que pensarte...
Y que no hay mayor catástrofre que escribir poemas para una ausencia, que no suple nada, excepto tu nombre, y un...