lunes, 24 de febrero de 2014

# Tú serás mi título.

Tengo miedo a que ahora te estés queriendo ir y no sepas irte,
y yo esté aquí esperándote con los brazos abiertos y la sonrisa colgando de tu hilo,
porque te prometo que había hecho muchos planes para cuando tú y yo,
y la carretera y el cielo y tus manos y mis besos y todo eso de irnos al infierno
despacito a fuego lento.



lunes, 10 de febrero de 2014

# Born to die.

La belleza está en la brutalidad de las cosas, en su capacidad para terminarse, explotar, y morirse. Todo lo bonito acaba, como el olor del jazmín, como el verano y sus helados, como el agua caliente y esa película.
Puedes volver a plantar más jazmines, vendrá otro verano y venderán otros helados, el agua volerá a calentarse, y la película la puedes volver a ver... 
Pero ese jazmín ya no será igual de blanco, ni ese verano olerá igual, ni los helados estarán tan buenos. El agua volverá a calentarse, pero ya te habrá caído el chorro de agua fría por la espalda y el agua templada que ahora se precipita sobre tu columna crea una diferencia térmica que hasta duele.
Ya no sentirás lo mismo al ver la película, porque ya sabes cómo acaba, y en qué segundo le disparan al chico de la tienda de discos viejos.

Y un poquito así pasa con todas las cosas, que son bellas porque sabes que algún terminarán pero en ese exacto momento en el que las vives existen y son, y están para ti, pero, al fin y al cabo... Todo se muere, las oscuras golondrinas, los campos en flor... La calandria dejará de responderle al ruiseñor, el ballestero ya no matará más avecillas porque él mismo se murió, el olor de tu casa cuando te vayas a la universidad, el sonido del despertador de tu vecino que se oye hasta en tu cuarto, el recuerdo, el miedo... 


El jazmín,
el verano y sus helados,
el agua caliente,
la película,
y el amor...

# La mujer de la casa de las lilas.

Vivía en la casa de las lilas, era una mujer excéntrica y mayor, con las manos arrugadas como una hoja de papel cansada.
Siempre se asomaba a la ventana a las diez y treinta y seis minutos de la mañana, y a las tres menos cuarto de la madrugada.
Sin excepción.
Tenía una estantería llena de libros y una pequeña mesita junto al sofá donde se recostaba para leer cerrada con llave. Nunca abrió el cajón en mi presencia, así que llegué a la conclusión de que encerraba en él un sucio secreto, o algo que proteger con su vida.
Su gato, Frodis, -nombre que jamás entendí, pero que tampoco me atreví a preguntarle su significado-, era un gato famélico que se paseaba de aquí para allá con aires de grandeza, como si fuera el amo y señor de la vieja casa que le hacía de hogar, y se lamía y relamía siempre catorce veces cada lado de la cara con sus pequeñas patitas color blanco.
Era un gato negro con las patas blancas, un gato un tanto singular, como la señora que vivía en la casa de las lilas.
La señora no tenía buzón, ni entrada en la puerta para las cartas, decía que eso deprimía a la gente porque les creaba la esperanza de recibir cartas que no iban a llegar.
Tampoco tenía cubo de basura, decía que era una forma estúpida de justificar que las personas nos rindiéramos fácilmente y lo tirásemos todo a la primera grieta, decía que prefería reciclar las bolsas de la compra para la verdadera basura.
No tenía televisor, pero lo suplía con un viejo cacharro que le hacía de equipo de música, era una reliquia milenaria para los tiempos que corrían, leía vinilos, compact disk, cintas de casete, y creo que si le cantabas y pulsabas el botón azul redondo de la izquierda, te grababa.

Más que ancha, era una casa alta, muy alta y muy blanca, a veces me pregunto si no era una prolongación de las nubes, pero lo más raro de todo es que la señora sólo vivía en las dos primeras, el resto estaban cerradas, vacías, sin nada más que polvo y alguna que otra araña vieja anidando en las esquinas.
Tenía unas ventanas enormes, y si las mirabas mucho tiempo daban miedo, parecía que se iba a asomar una bruja, o un demonio, o que te ibas a morir allí mismo, y no lo entendía, porque parecía todo tan apacible...
Pero esa sensación recorría el cuerpo de cualquier mortal que mirara la casa de las lilas.

Al final, cuando me tuve que ir a la universidad, dejé a la señora y a Frodis con sus discos y sus libros y sus ventanas grandes y misteriosas, y a las arañas de las esquinas, y a los metros de altura inalcanzables de la casa, y cuando crecí, encontré trabajo, formé una familia, y estaba a punto de irme a dormir, en mi cama, junto a mi esposo, me acordé de la mujer que vivía en la casa de las lilas, porque en mi salón también había un equipo de música, y yo tampoco tenía buzón, y mi marido tenía llave en el cajón de su mesita de noche, y entonces me dí cuenta de que la mujer de la casa de las lilas, era yo.

Fui lo más rápido que pude a despertar a mi marido porque tenía miedo, pero en la cama no había nadie, y tampoco rastro de que allí durmiera alguien más que yo, fui al baño, pero el espejo estaba roto y sucio, allí no se miraba nadie desde hacía años, corrí a tientas por la oscuridad de mi pasillo hasta la cocina, pero no encontré nada donde mirarme, no había agua clara donde reflejarme ni azulejos claros que dejaran si quiera una imagen de mi figura a mi paso, fui al cuarto de lectura y entre los libros no tenía espejos redondos, ni sitios donde mirarme, no había nada allí donde verme, así que me acerqué a la ventana, abrí las cortinas de un empujón a cada lado, y me quedé muy quieta, mirando el reflejo en el cristal...
Eran las tres menos cuarto de la mañana, un gato color negro con las patas blancas se me restregaba por el gemelo derecho y me miraba desde abajo con cara de señor mayor, y la mujer de la casa de las lilas era yo.

domingo, 9 de febrero de 2014

# Moción de censura a los Lunes.

Que la vida para mi entonces era eso, joderme los Lunes y alegrarme los Viernes, porque aquellos días, podía mirarle desde lejos y verle sonreír, aunque él no me mirara, y ya no me quisiera.
Porque tampoco estaba tan mal pensar que no me importaría arrancarme el corazón y dárselo, porque al fin y al cabo, y de cualquier manera, ya era suyo.
No podía hacer que me quisiera, y tampoco podía hacerle sentirse querido por mi, porque ya no nos hablábamos, ni si quiera nos mirábamos.
Era un quiero y no puedo.
Era un puedo y no quiere.

Era un Jueves contenta porque mañana le vería, era un le miro los Viernes, era un dudo todo el Sábado en si decirle, "eh, ¿hablamos?", y cuando quería darme cuenta, ya era Lunes otra vez.
Joder. Lunes otra vez.
Cómo odio los Lunes.

Luego era lo de siempre, una semana pensando en él: Tres días estudiando, uno suspendiendo matemáticas, otro aprobando biología, y otro más deseando contárselo, ¿pero para qué? A él no le interesaría algo tan absurdo como que había aprobado el examen que tanto odiaba sobre las etapas de la división celular y que el de matemáticas me había puesto un uno en el examen de ecuaciones de segundo grado. Y si llovía, me preguntaba si el cielo también te echaría de menos. Y si hacia sol, te imaginaba riendo. Y para ser sincera, creo que nunca me había gustado tanto la idea de esperar a alguien, aún creyendo que no iba a llegar, como cuando decidí esperarte toda la vida porque deseaba que en algún momento fueses tú.

Los Viernes eran bonitos porque veía su pelo.
Aunque nunca quedásemos, siempre acudíamos los dos a la cita. Él en la acera de en frente, con sus amigos, patinando, yo con mi amiga, jugando a las cartas, mirándole de reojo, muerta de nervios por cuando llegara la hora de irnos, y tener que cruzar la calle, y pasar a escasos metros.

Los Sábados eran bonitos porque oía su risa.
Aunque creo que me dolía más a mi cuando se caía al suelo que a sus rodillas... Y yo entonces era absurdamente tímida por si una de esas veces en que me permitía mirarle fijamente, él sin querer miraba hacia mi y se daba cuenta de cuantísimo deseaba volver a abrazarle, aunque fuera un poquito.

Los Domingos no valían la pena porque no le sentía.
Los Domingos no eran más que un día estúpido colocados estratégicamente después del Sábado para que yo pensara en él como mi objetivo para el siguiente fin de semana.

Luego Lunes.
Otra vez Lunes.
Creo que desde entonces odio los Lunes.





miércoles, 5 de febrero de 2014

# Standby.

Rompo todo lo que toco y soy consciente de ello.
Veo mi vida con cualquiera porque en realidad me siento sola con todos.
Sé lo mucho que tengo, y lo poco que me llena.
Resumiendo, el problema siempre soy yo.

Es como sentir que todo el mundo tiene un hogar,
un lugar al que volver.
un destino.
algo,
excepto yo.

Es ese sentimiento eterno de no encajar en ningún lugar, de no pertenecer a nada, que me lleva comiendo terreno desde que recuerdo.
No sé de donde vino, no sé cómo llegó, pero no tengo recuerdo en el que el "NO SIRVES PARA NADA" no habitara en mi, ni día de mi vida en el que no me ronde la cabeza.

Y creédme que duele mucho esto de estar llena de vacío y remiendos y descosidos, lo de bajarte los pantalones y ver las cicatrices.
Lo de llorar frente a espejo y querer acabar con todo,
un día sí, y otro también,
pero ir con la sonrisa pegada porque nadie tiene que saberlo.

Estoy pegándole dentelladas al tiempo,
estoy gritándole a mi alma,
estoy rompiendo mi entereza,
pero nada.

Y siempre he sido muy de auto-castigos, 
-no sé muy bien por qué-
pero creo que se me ha ido de las manos.

Y lo peor es que ahora mismo,
quiero que se me vaya más.


Porque no me importaría si quiera,
que quien se fuese del todo,
fuera yo,
y fuera ya.




sábado, 1 de febrero de 2014

# Tu verdadero nombre.

Voy a llevarte al burdel de la locura y voy a estamparte en la pared junto a todas tus mentiras, vas a saber apreciar lo que es el dolor de sentirse vacío, pero de verdad, y entonces, me suplicarás que te rescate, entonces, sentirás la misma vorágine en el pecho que sentí yo cuando vi cómo todo mi mundo se rompía y recaía sobre él el enorme velo de oscuridad de noche infinita que me lanzaste, para recrearte en tu falsa victoria, siendo la emperatriz maldita, dueña de un pueblo ciego que te acogió por mi súplica, y que me robaste como buena hipnotista. Como buena actriz. Como maldita egoísta, falsa mártir.
Vas a retorcerte de dolor cuando te explote en la cara el mío, el que me causaste, el que me causas, y el que siempre llevaré conmigo desde que decidiste que te estorbaba para ser la dueña de todo aquello que en su momento a mi me amaba. Me dejaste sola, e hiciste que todo el mundo viera en mi, la ponzoña de tu identidad real, me jodiste, me jodiste la vida, me jodiste el amor, me jodiste mi forma de ver el mundo.
Me lo arrebataste.
Me lo arrebataste todo.
¿Y ahora tienes incluso las agallas de preguntarme tú a mi que por qué?
¿Las agallas, las malditas agallas de culparme de tus trastornos?
Tu enfermedad eres tú.
Y algún día cuando no te quede más remedio que consumirte, aunque sólo sea por dentro, ya que tu orgullo y tu mente rota no te permitirán arrepentirte y decir la verdad, sabiendo que eres una persona discapacitada emocional, y un vampiro anímico, ese día, justamente ese, aunque ya ni conozcamos la existencia de la otra, aunque ya no sepamos qué fue de cada una, ese día, será el más importante de mi vida, habré llegado a la meta que me marqué, realizaré mi sueño, seré feliz, y habré conseguido a las personas que verdaderamente tenían reservado su lugar en mi destino, mientras tú, caduca bondad que sólo surge para complacer y ganar al juego humano de la mentira y la actuación, estarás hundida en la más profunda fosa de desprecio y repugnancia hacia ti misma, porque te lo mereces.
Es lo único que te mereces.

Tranquila, ni necesito ni quiero tu perdón, puedes quedártelo, como todo tu veneno y tu rencor, y tus obsesiones insanas. Tu vacío y tu precipicio son todos tuyos, deja de intentar lanzarme por ellos y acepta de una vez que no fuiste tú quien más quiso.
Fui yo y lo aprovechaste.
Ese fue mi error.
Tranquila, no necesito que me odies, nadie me odia más que yo misma.
Ojalá algún día reconozcas que tu alma infecta es una asesina.
Una sociópata. Mentirosa compulsiva.
Obsesión. Espejo. Proyección.
Enfermedad... Ese es tu verdadero nombre.

Y esta es mi carta para ti,
hija de puta.

PD: Espero que entiendas, que te escribo desde el odio,
ese que nunca supe sentir, y que tú, y sólo tú, has liberado.
No llores, no te mientas, no te quejes...
¿Qué clase de monstruo soy?
El que tú has creado.

"Escarba en los recuerdos y deja de buscar en la vida real"

[Que nadie se de por aludido,
os odio a todos por igual]

# Declaración de intenciones.

A ver cómo te explico yo ahora que quiero aprenderme por completo la antología poética de tu pecho, y tu entrepierna, que quiero matricularme en un doble grado basado en tu producción de besos y tus posturas al dormir profundamente, que aunque sea la chica de letras que se muere por vivir dentro las bibliotecas de Europa, quiero deshacerme de todas tus ecuaciones y analizarte los ángulos.
Buscar triángulos en tus lunares, ¿cómo era? Ah sí... Equilátero, isósceles y escaleno...
¿Sabes que "escaleno" siempre me recordó a escalera?
Quiero escalarte y treparte, que joder, soy la tía de letras, pero me gusta el deporte, y más si sudamos juntos, ya deberías entenderme, ¿no?, ¿nunca te has preguntado por qué las sábanas se parecen tanto a un electrocardiograma?
En fin, que no es tan poco tampoco lo que importa hacer deporte juntos, o leerte, o resolverte, que lo quiero es que con dados decidamos a qué condado vamos a ir a robar un banco, a lo Boonnie and Clyde, y ahora que menciono esa película... Recuerdo cuánto me gustaba la banda sonora... ¿Sabes? Podría aprender a llevar el ritmo si fueras tú quien me marcara.

Mira, lo que pasa es que mi niñez fue siempre un tren persiguiendo un horizonte que decía "ven", pero sin decirme a dónde, y claro cuando te vi, pues por una vez sentí que aunque no supiera cuál era, tenía un destino, quién sabe, llámame tonta, pero dame besos, y esas cosas que te cuento muy bajito cuando me río y tú me miras como si fuera luz.
Dicen que hablo rápido, y yo les creo, porque sé que todavía no he puesto fin al cortocircuito que gobierna mi ático y mi ansiedad atávica.

Creo que es polivalencia, sí, esa es la palabra para definir lo que me provocas. Polivalencia.
Porque además de hacerme sentir que valgo para algo, -que por cierto, es harto complicado-, me haces querer ser mejor persona, y... Bueno, yo antes sólo estaba acostumbrada a que me dieran los restos de su tiempo, nada de amor, sólo limosnas de cariño y si eso un polvo y un beso.

¿Te gusta el rap? Pues ya sabes... "Sí bueno, he cometido errores tontos, he tenido amores cortos, pero creo que aún es pronto", y si no lo entiendes, estoy hablando de tirar la toalla. Aún es pronto.
Es pronto porque joder, no nos hemos duchado juntos todavía, ni hemos ido a la playa, -aunque la odio, como todo lo que tiene al Sol de por medio-, es demasiado pronto porque me dices "hola", y ya se me ilumina el día.
Empecemos por ir.
No de la mano.
No juntos.
Sólo ir contigo, de momento.
Lo demás ya vendrá solo.
Porque soy como la Luna,
y tú la Tierra,
y yo siempre girando,
a tu al rededor.

Porque para mi eres como nacer
todos los días.