domingo, 4 de octubre de 2015

# Leyes fundamentales.

El día que nos conocimos fue como un relámpago,
el cielo estaba ardiendo como fuegos artificiales.

Solíamos besarnos toda la noche.
Nos conducíamos a la locura cada vez que nos tocábamos,
y ahora eres tú el que me llama loca.
Loca, pero sigo pareciéndote preciosa.

El cielo ardía y era de noche,
así que las estrellas se compraron palomitas
para ver cómo nos follábamos bajo la luna,
y nos corrimos vivos
y llenamos de nieve y de rocío
todo lo que nos rodeaba
hasta morirnos.

Descubrimos la erótica extremada
y desmedidamente intensa de asumir,
de mirar de reojo,
de morder flojito…
Dentro de ti moría el miedo
y la capacidad de sufrir,
y entonces entendí,
que lo único urgente en esta vida,
es vivir.

Las medias noches,
contigo se volvieron enteras,
aprendí a echarte de menos
odiando a todos los relojes,
contemplando los azotes de tus manos
que aún tengo señalados,
prendiendo las hogueras,
revistiéndome la sonrisa de cervezas,
y las tardes-noches de corridas y carreras.

Te echo de menos y mi manera de hacerlo
es escribir hasta tocarte,
hasta acercar mi idea de ti, a mi,
y entonces comerte la puta boca
para que recuerdes quién eres
y qué nos gusta.

Tienes nombre de grito,
de vicio,
éramos apología al orgasmo,
y aún recuerdo cuando era más juego que mujer
y preguntaba quién podía ofrecer más que yo,
porque echaba de menos el póquer.

Fue sin querer
pero queriendo con todas nuestras fuerzas,
asumimos que mirar hacia otro lado
no hace que el tiempo se pare
y que observar con los ojos cerrados
estaba infravalorado,
que si la gente tiene la cabeza llena de pájaros,
nosotros, de lagartos.

Todos los esfuerzos por negarnos,
fueron en vano,
nos negamos tres veces antes del beso,
y nos besamos.

Dios está muerto y esta es nuestra ley:

Sólo llegaremos a ser
de aquél que no nos culpabilice por ser, estar, o parecer,
y de quien entienda
que cuidar las distancias,

no siempre significa tener que mantenerlas largas.