lunes, 13 de julio de 2015

# La mujer infinita.

Dicen que se han enamorado de ti por las risas que les naces y por el abrigo que son tus brazos. Dicen que besas bien y que tu carne es dulce y blanda como la nieve y el azúcar.
Dicen que aman tus manos dulces, tus ojos grandes, tu nariz pequeña y todos tus lunares. Dicen que quieren tu piel y tu acento y tu olor, y que ojalá tu sudor navegante.

Pero yo no, yo no me he enamorado de tu risa, ni de tu lengua, ni de tu pelo corto aterciopelado, no de los formatos de tu voz ni tus pies, ni de tu forma de marcar el ritmo pisando fuerte por las calles ni de tu letra, no de la caída del acero por tu pecho alrededor de tu cuello ni de tu ligereza.

Todos amando tu energía y tus misterios, tus dedos… Y yo tonta enamorada de tus vértices y tus montañas, loca por tus clavículas y tus uñas, loca por los huesos de tu cadera y por tus dientes, por cualquier lugar de ti donde poder anclarme como tú te me has clavado.

Yo buceando por tus lares en busca de tu ombligo o de tus palmas, de tus cuencas, de tus heridas, de allí donde poder hundirme sin escapatoria ni billete de vuelta a la cordura; puedo prometer y prometo, que volverme loca nunca había sido tan bonito, que si este amor es un defecto, no he encontrado en toda mi vida ninguna pasión más fuerte.

Todos amando tu anatomía,
yo buscando la eternidad.


miércoles, 8 de julio de 2015

# Dios es una mujer.

Música era una mujer soltera, joven, grácil, sin miedo... Sabía moverse y ser miles de mujeres en una sola, sabía gritar y susurrar y averiguar todos tus secretos con paciencia como si estuviera mirando el cielo... No sabía mostrar indiferencia, sólo sabía quedarse y curar, o herir, o hacer explotar... Lo que fuera, menos la indiferencia. No le daba miedo nada, tanto era así, que al final, comenzó a tirar de una herida y a pegarse sobre el papel. Literalmente, quiero decir, comenzó a arrancarse la piel y a extenderse sobre un rollo de blanco kilométrico hasta convertirse en partitura...

Extendió todo, desde la piel hasta los dientes, desde su voz hasta los silencios. Y ahora todo el mundo escribe sobre ella, crea sobre ella. La cambia, la desdibuja y la realza... Hacen música, pero es que Música ya existía antes de que el mundo naciera.
Sus colores brillaban en la oscuridad e incluso de día, era la cosa más bella que el ser humano conocía, y necio, como siempre, pensó que él era su dueño. Pero ella era dulce y violenta, paciente y alterada, sabía callarse en el momento justo y mirar desde el final de las notas a los humanos sentirla.

Música era libre, sabía que de todas las cosas del mundo, a ella nunca la detestarían. Ella era libre, sabía que de entre todas las cosas del mundo, sólo ella era ella, y sin ella, el mundo no sería igual.

Sonrió, bailó, cantó, compuso, el mundo era suyo. Ella era Dios.